Tenía 24 años cuando comencé a practicar Yoga. Era 1992 y acababa de licenciarme en Ciencias Físicas; también llevaba tres años siendo árbitro de balonmano. La tensión producida sobre todo por esta última actividad me hizo buscar formas de relajación y de concentración. Así llegó a mi vida el Yoga. Practiqué con profesores de distintas escuelas y dos años después empecé a dar clases de yoga, realizando diversas “formaciones de profesores” en distintas escuelas. En 1997 comencé a practicar Yoga Iyengar. Hasta 5 años después, en 2002 no pude acceder a la formación de Yoga Iyengar.
A lo largo de todos estos años de práctica la duda (el Atala de la “Duda” como lo llaman los hindúes) te tienta a abandonar la práctica, sobretodo en momentos de lesión. Con los años he entendido porque el abandono de la práctica no es la solución, si no que hay que seguir buscando el gusto por la introspección y el conocimiento de uno mismo.
De esa manera convertimos el obstáculo de la lesión, la asimetría, la “imperfección”, en un soporte para una mayor atención, una mayor concentración. El cuerpo siempre da señales de que algo no va bien en nuestras vidas, primero a nivel muscular, pero muchas veces no prestamos atención a esas primeras señales.
Las Asanas, las posturas de Yoga, se comportan como resonadores, como altavoces que indican que si la postura se hace de forma adecuada y aún así tenemos por ejemplo problemas de cuello tendremos que investigar si no está sucediendo esta contractura no por la realización de la postura, si no por malos hábitos cotidianos como por ejemplo una dieta inadecuada, una alergia alimentaria no tratada, o quizás por alguna tensión emocional.
La suerte que tenemos al seguir las enseñanzas de un maestro como B.K.S. Iyengar que ha visto en su práctica “el elefante completo” (la grandeza del Yoga), nos ayuda a los profesores, ciegos que solo tocamos una parte del “elefante” ( y que solo filtramos aquello que sentimos, y así lo describimos como plano como las orejas del elefante, como una serpiente si tocamos la cola, o como grandes columnas si tocamos las patas,……). Así llego a la conclusión que lo que falla no es el método, sino el filtro. En tu práctica la atención va hacia el interior para sentir los cambios que suceden en las Asanas. Cuando enseñas la atención va hacia los cambios que suceden en otros.
Al transmitir y verbalizar a los alumnos lo que yo he experimentado en mi práctica me ayudáis en ese esfuerzo a llegar a un entendimiento más claro y también vosotros los alumnos me dais un regalo maravilloso que es mostrarme partes del “elefante” que yo no puedo tocar, por tener simplemente un vehículo, un cuerpo diferente. Mi práctica se enriquece con mi enseñanza y mi enseñanza se enriquece con mi práctica
Profesor certificado IYENGAR®
YOGA MORATALAZ