Érase una vez, el Señor Shiva estaba sentado con su compañera, la gran Diosa Parvati. Le estaba hablando de los métodos de yoga. Un pez, cuyo nombre era Matsya, escuchaba las enseñanzas del Señor Shiva con atención. Cuando Matsya le pidió que repitiera de nuevo desde el principio, Shiva inmediatamente accedió, no sorprendió en lo más mínimo que Matsya fuera un pez. Shiva trata a todas las almas con igual respeto. El determina la elegibilidad de una persona por su sincero deseo de conocer la Verdad, no por su edad, religión, género o especie. Shiva rebautizado Matsya, Matsyendranath o «Señor de los Peces» (Matsya casualmente significa pez en sánscrito y significa Señor Indra). Él le indicó que continuara y enseñara a otros acerca del Hatha Yoga. Asi es como funciona. El maestro da las enseñanzas al estudiante, y el trabajo del estudiante es entonces convertirse en el maestro. Y así Matsya fue el primer estudiante que pasó a convertirse en Matsyendranath, pasando las enseñanzas a otros.
Cuando pensé en los diseños de los cierres quería de algún modo reflejar esta historia. Siempre había visualizado alguna postura de las muchas que hay en el yoga con nombre de animales. Y que mejor que Matsyasana realizada por una mujer, como una alegoría del nacimiento de la vida en el mar.
En el otro cierre quería señalar el esfuerzo que ha realizado el ser humano desde que nos pusimos de pie, la evolución. Las asanas nos ponen en un reto, pasar la última frontera que la mente se puso. Los equilibrios son así, Bakasana, la postura de la Garza o de la Grulla representa ese esfuerzo. Solo las personas que no han hecho nunca yoga pueden decir que el yoga es cosa de mujeres porque somos más flexibles . El yoga es tan completo que las distintas posturas requieren un conjunto de flexibilidad, fuerza, precisión, constancia, voluntad, atención, consciencia,…